Sabiduría

Desde antiguos tiempos, La Sabiduría ha significado, en su profunda raíz: el pensamiento de Dios, o la forma divina de ver y vivir la realidad.
Salomón, el rey bíblico, de toda riqueza posible solicitó antes que otra dádiva: La Sabiduría de Dios. Pablo, el apóstol, consideraba a La Sabiduría como aquella expresión del saber que solamente puede entregar el Espíritu Santo. Los antiguos gnósticos alzaron su fe sobre la práctica mística de la divina Sophie, La Sabiduría, y hacían una distinción neta entre «conocimiento» y Sabiduría: en la primera distinguían la capacidad del Hombre para comprender y aplicar las leyes de la creación a su realidad; en la segunda, en cambio, comprobaban las leyes de la creación enseñando al Hombre a vivir en la realidad.
La remota civilización que se desenvolvió en lo que hoy conocemos como la China actual, es reconocida, por muchos, como una de las cunas de La Sabiduría. En efecto, en el Libro de los Cambios, el I Ching, se lee un párrafo original que declara que los dioses entregaron La Sabiduría a los Hombres para que éstos ayudaran al Cielo en su Creación. Desde el primer Sabio, Fu shi, (cinco mil antes de Cristo) posteriormente ascendido cuan dios al Cielo Atemporal, pasando por el Gran Yu, (3600 antes de Cristo) el unificador y constructor, hasta We wan y Wu wan,(1010 antes de Cristo) fundadores del linaje sacerdotal del Jade de las Alturas y responsables del conocimiento abierto de las Antiguas Enseñanzas, La Sabiduría constituyó la base de todo conocimiento y ciencia; basándose en las Ocho Leyes del Gran Fundamento los Sabios y Santos pudieron comprender y aplicar, en su medida y medio, las formas y métodos que armonizaran con el Hombre. Teniendo en consideración que la Creación se fundamenta en Cuatro Poderes, a saber: el Tao, el Cosmos, La Naturaleza y el Hombre pudieron entender que cada estamento requiere su fórmula de compenetración, y que el Hombre que alcanzara a vislumbrar estos nexos universales podría ver como el mundo gira en sus manos.
Los efectos, no las causas, sino que los frutos de esta siembra, son el producto que otras generaciones conocieron de mayor manera, y de estos retazos nos alimentamos aún hoy a través del Libro de los Cambios, el I Ching. Y pasado el tiempo, y en manos sin raíces de Sabiduría, esta tremenda vorágine de saber divino, cósmico, natural y profundamente humano se fue reduciendo a simple práctica del pensamiento- filosofía- o especulación esotérica. Y claro: la fórmula del Oráculo puede parecernos simple y fácil de utilizar para nuestras conjeturas más banales, pero también es verdad que luego de saturarnos de preguntas nimias, nos topamos con una hermética puerta invisible que ya no responde, y nada nos dice con sus imágenes y poesía siempre bellas, pero genéricas.
La Sabiduría no es un Oráculo. El Oráculo en un medio que nos enseña el Camino de La Sabiduría. Fuera de este objetivo, el Oráculo cesa su maestría.

El I Ching es un medio, nunca un fin, y junto a la Antigua Enseñanza colocamos cimientos de esta Sabiduría que supera todo conocimiento posible de la mente artificial, y postula a que el Hombre recupere una remota herencia consignada por el Reino Celeste: primero el saber de su mente natural; luego, La Sabiduría que vive en el Espíritu Original del Ser; y enseguida, la Conciencia en su Calidad de Hombre Superior; para culminar en la Unión en Uno con el Tao.
Todo Hombre posee una memoria dormida, anquilosada, de riqueza divina insospechada. Pero ninguna revelación, como ninguna practica de fe, podrá alcanzar la Raíz Madre, y la Voluntad del Padre Creador, exento de Sabiduría, pues sin ésta, toda senda se extraviará por algún recoveco del ego, por algún orificio del alma, o se enredará en alguna arista de lo mundano… o caerá en los abismos del soberbio intelecto humano que tiende a crear pequeños dioses y ama el conocimiento bajo su propio control.
Sembramos en nosotros, los Hombres, una pequeña luz que puede despertar al dios dormido en nuestro interior: porque debemos encerrarnos y sin que el mundo intervenga debemos Orar y Meditar En Espíritu, porque el Creador Es Espíritu, nos enseña JesúsCristo, y La Sabiduría es Dios abriéndonos las puertas de la verdad, y de una realidad que nunca podremos alcanzar de otra manera.
El I Ching es el «primer Vehículo», llamado por la Enseñanza: «pequeño Vehículo» y el sujeto es llamado «Noble»; posteriormente el discípulo disciplinado pasa al «Vehículo medio», y es llamado «Adepto»; y finalmente aborda el «Gran Vehículo», y es declarado «Discípulo de Sabiduría» y se le abre la primera puerta al Sacerdocio del Jade. Más adelante recorrerá la Vía de los Santos y Sabios.

Sacerdocio del Jade de las Alturas

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