El I Ching: ¿Para qué?

Un instrumento sagrado como el Libro de las Mutaciones no puede ser degradado de su condición original, a saber: ‘los Santos y Sabios hicieron el Libro de los Cambios para ayudar a los Hombres a ascender al Camino Medio, más arriba del Hombre Común, inmediatamente debajo de los dioses’

Y no los Hombres inventaron este medio: ‘los dioses entregaron a Fu-shi la Ley del Cielo y la Ley de la Tierra, y números y símbolos éste los escribió en huesos y cueros con tinta perenne’. Más adelante será el sabio Wu-wen quién confeccionará bajo su mandato /1010 a.C/ el primer ordenamientos de estos escritos divinos que ayudarían al Hombre Común a elevarse a una calidad humana superior, en grado de relacionarse con el Divino Creador.

No es un ‘modo chino’, o ‘cultura o filosofía de los chinos antiguos’: es la relación de los Santos y Sabios con el Dios de los Hombres y de los Ángeles. Porque Dios no divide al Hombre por cultura o filosofía: todo aquello que Dios entrega al Hombre, sin importar el lugar, es para toda la humanidad. Por ende: el I Ching es herencia para todo Hombre, y no es ‘un libro chino’, sino un Medio de Sabiduría para todo Ser que quiera romper su condición común y elevarse al Camino Medio para desde allí relacionarse con el Dios Creador.

No hay contradicción entre este Libro sagrado y la sagrada Biblia. Son de la misma fuente y poseen un fondo común. Mientras la Biblia (y nos referimos a lo que el cristianismo reconoce como Antiguo Testamento) nos da Testimonio de la Relación con Dios del Hombre de Israel; en el Nuevo Testamento (Evangelios) podemos recibir el Testimonio del Cristo en Jesús y la apertura del Nuevo Tiempo. Ahora bien, cuando Richard Wilhelm, el misionero adventista alemán, entró en contacto con el archivero del rey que le permitió la transcripción de los antiguos escritos de los Sabios y Santos, pudo comprobar que la mitad de estos archivos estaban catalogados como ‘viejos’ y la otra mitad como ‘vigentes’. Es decir, existía una especie de ‘viejo testamento’ y ‘nuevo testamento’. Curiosamente entre lo ‘viejo’ se hallaban una serie de versos de guerra y modos de combates e historia de posesiones y confrontaciones…muy similares al antiguo testamento israelita. En efecto, los hechiceros Fang-shi, enemigos acérrimos de los Sacerdotes del Jade de Las Alturas, accedieron a parte de estos antiguos tratados y extrajeron su propio ‘Libro sagrado’.

Ahora bien, el I Ching que hoy tenemos en nuestras manos, gracias a la labor del adventista alemán,  corresponde a Lo Nuevo y Vigente. Y al decir esto estamos hablando de aquello que estos Sabios y Santos preveían para el futuro de los Hombres: la urgencia de ascender hacia el Camino Medio para escapar de la trampa mundana que aferra y encarcela al Ser a su condición ‘común’.

El Hombre no puede relacionarse con Dios desde su fangosa realidad de pasiones, necesidades y expectativas mundanas. Debe ascender a un estado espiritual que le permita entender a Dios, de otro modo nunca escuchará al Dios de los Cielos, sino al dios de los abismos. Esa es la misión del I Ching y de los Ángeles de Paz que actúan por este medio. No se colocan cuan divinidades, ni reemplazan a Dios: conducen al Hombre a un estado de transformación que les permite Ver, Oír y Relacionarse con el Dios de los Hombres y de los Ángeles. Ese es su rol.

Ni un ‘oráculo adivinatorio’, menos una ‘mancia hechicera’; no reemplaza a otros Libros de Dios, y no se opone a la Biblia y menos a los Evangelios. Tampoco es un juego, ni un método para usar en banalidades mundanas.

El I Ching no exige fe, ni coloca condiciones: es Sabiduría. Pero no es sabiduría común, sino Sabiduría al servicio del Plan de Dios. Por lo mismo, de ser abusado, tarde o temprano acallará sus respuestas y cesará en sus consejos. C.G.Jung decía que nos encontrábamos ante ‘un libro vivo’. Herman Hesse advertía que este Libro puede cambiar la vida de un Hombre. Wilhelm sostuvo al final de su vida que en el I Ching había hallado las claves de Dios para entender y vivir La Biblia.

Por mi parte: le debo a este santo instrumento el estar vivo en la carne aún hoy, y sobre todo le debo el haber conducido mi vida espiritual hasta el Cristo Vivo, al cual el Oráculo llamó: El Gran Príncipe de Luz, y alabó con tantas palabras inspiradas como jamás he visto y leído hasta hoy.

Ahora, la amplitud y misericordia no es ‘deber’ de quienes ya hemos conocido el Camino Medio y ya nos hallamos unidos a Dios en un convenio sacerdotal, sino de quienes deben asumir que siendo personas religiosas o creyentes intentan entender lo de Dios desde sus trincheras de barro y dirimen lo divino desde la psiquis del humano, y establecen leyes desde la mente, y alzan religiones según requerimientos mundanos. A éstos les debe alcanzar La Misericordia: de otro modo nunca entenderán cómo alguien, y ahora muchos, han podido alcanzar al Cristo Vivo sin pasar por el cristianismo y la religión, y han visto a Cristo cara a cara gracias a la guía de estos Santos y Sabios. Es necesario que se acepte que la realidad espiritual no es religión: sino vivencia del Espíritu. Y el Padre es Espíritu.

Ricardo Andreé